Tan solo dos semanas después de que uno de los mejores graduados en un MBA de Harvard, Jeffrey Skilling, anunciara a sus empleados que los resultados de las acciones eran magníficos, la compañía de la cual era jefe de operaciones, Enron, declara pérdidas de 638 millones de euros.

Fundada en 1985, la potencia Enron solo tardó 15 años en convertirse en uno de los gigantes de Wall Street. Una empresa que fusionó el negocio del gas y de la energía y se extendió hasta el mercado financiero y de seguros, facturaba más de 100.000 millones de dólares anuales.

Con la llegada de Skilling, Enron conoció lo que es la ingeniería contable. Pasivos que se convirtieron en activos, préstamos que se computaban como ingresos, deuda maquillada, beneficios inflados. A la vista de la contabilidad, todo encajaba a la perfección, incluso como para ser una de las 7 empresas estadounidenses más importantes para la época.

Pero, fue en el año 2001 donde diversos rumores aseguraron que Enron pagaba sobornos y hacía uso del tráfico de influencias en algunos países, para poder obtener sus contratos, lo cual inflaba las cuentas. Situación esta, que se le ocultó a los accionistas y pasaron de costar 90 USD por acción, a 1 USD, es decir, más de 10.000 millones en valor contable se esfumaron.

Para enero de 2002 ya cursaba una investigación criminal en el Departamento de Justicia (DOJ) de EEUU. Tal fue la magnitud del escándalo, que la Casa Blanca confirmó que el presidente ejecutivo de la empresa, Kenneth Lay, hizo un lobby en Washington días antes del colapso de la firma, puesto que era amigo cercano del ex presidente George Bush, así como uno de sus mayores contribuyentes a las campañas presidenciales.

Acusado formalmente en 2006, a Lay se le atribuye la creación de una organización dedicada al fraude con 11 cargos y la venta de más de 90 millones de dólares en acciones con resultados falsos. Fue condenado a cumplir pena de unos 24 años de prisión y al pago de una multa de 45 millones de dólares. Condena que no pudo cumplir debido a que falleció de un infarto antes del juicio.

Por su parte, a Skilling se le encontró culpable de 30 cargos como conspiración, fraude en el mercado, mentir a los auditores y llevar a cabo trading con información privilegiada, además de la venta de 60 millones de dólares en acciones antes de la quiebra.

La auditora contable encargada de realizar las gestiones a Enron, era Arthur Anderson, de las 5 más importantes en el mundo. Casi 100 años de trayectoria fueron enterrados gracias al escándalo de Enron, que marcó el fin de sus operaciones en el mercado.

Este es un claro ejemplo, de cómo los directivos hacen uso de las compañías como fachada para cometer fraudes y legitimación de capitales, aun cuando cuenten con “aparentes controles contables”, esto no resulta suficiente hoy en día, que existen más regulaciones en torno a la responsabilidad corporativa, el cumplimiento normativo y el buen gobierno corporativo, a nivel mundial.